El aliento de Ariadna
para
la abuela Anita
Como las piedras que brotan del monte,
a base de sudor, trabajo y fuerza,
los hambrientos arrancan de la tierra
frutos de la dureza de los hombres
y de las mujeres, como la abuela,
que tras guerras convierten sangre en vino,
repoblando los campos con sus hijos,
y cuando se avinagra se los lleva,
tejiendo futuro para los ocho,
dentro de las bodegas, lana e hilo,
todos deben vivir mejor que ella,
sobrevive un corazón orgulloso,
porque el amor es el mejor antídoto
para no morir de hambre, ni de pena.
(2003)
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