Tras el azahar de los jardines y el
bosque de columnas se abría un firmamento azul con astros rojos. Arrojándolo al
suelo, el Señor mercenario argumentó que aquel trovador debía ser juzgado y
condenado como espía, ya que había anticipado su llegada la víspera de la
batalla, pero el rey quiso escuchar alguna de sus coplas antes de dictar
sentencia. El trovador recitó unos versos inspirados en la cercanía de la
muerte y el monarca, emocionado, pospuso su decisión. Al día siguiente moriría el
padre del rey, que decidió seguir perdonándole la vida. Lentamente fueron girando
las estrellas; el trovador componía cada noche, soñando la manera de escapar, y
el rey escuchaba hipnotizado las historias que le recitaba bajo la luz de otro crepúsculo.
Así sobrevivía, para volver a velar en las mazmorras, mientras en el fondo cada
verso se cumpliera el día posterior, hasta que una tarde de otoño, decidido,
relató los detalles de su liberación. Al despertar la mañana, el verdugo
aguardaba en la puerta de su celda.
Microrrelato Finalista en la Fase externa de la 6ª edición del Certamen "Picapedreros"
(Daroca, 20 de julio de 2016).
No hay comentarios:
Publicar un comentario