jueves, 20 de noviembre de 2014

Leyendas urbanas.

Centro de Skövde 
(Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File%3ASk%C3%B6vde_Centrum.jpg)
By DegaZ (Own work) [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) 
or CC BY 3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/3.0)], via Wikimedia Commons



En el verano de 2004 tuve un encuentro en la terraza de una cafetería de Gijón con un amigo del instituto que había estudiado filología y al cual había confiado con anterioridad una buena parte de los versos, en esencia dedicados a mi amada Edurne, escritos hasta ese momento. Aquello comenzó con la entrega, por su parte, de un documento manuscrito que inflamó mis ojos con una crítica coherente con la naturaleza sibarita del lector, y que ahora se me antoja insuficiente teniendo en cuenta la indudable calidad de los libros que habrían quedado aparcados en su escritorio para atender mi ingrato requerimiento. Después de leer la carta, quería mandar todo aquel invento directo al emisario del Piles pero, sin embargo, él seguía ahí sentado, delante de mí, y con un amable gesto me confesó que, aunque ratificaba cada una de las ideas de las que había dejado constancia, se arrepentía de haberse precipitado al darles forma. A continuación tuvimos una conversación que recorrió pausadamente los senderos de la literatura y, animadamente, derivó hacia el celuloide a través del relato de la Ilíada, que recientemente se había trasladado al cine con exagerado protagonismo para el «rostro impenetrable» de Brad Pitt. Al terminar el verano mi camarada se iría a Skövde (Suecia), para abrirse un camino profesional, así que nos despedimos conscientes de que probablemente no volveríamos a vernos en mucho tiempo. 


Durante el curso siguiente, un importante político reacuñaría involuntariamente, para desgracia de la asturianía, la expresión «leyenda urbana»  para aquellos jóvenes vecinos, muchos de ellos con carrera universitaria, que tenían que abandonar la región para buscar un futuro. Ya en el año 2011, en plena crisis económica, el recientemente difunto periodista Faustino Fernández Álvarez, escribiría un descollante artículo de opinión sobre el carácter atemporal de este retorcido fenómeno colectivo, al que pertenecemos muchos, como mi colega Miguel Carrera Garrido, al que aún continúo esperando en aquella terraza de mi memoria.


Leyendas urbanas



Porque nací con una amenaza bajo el brazo,
las estrellas no brillaban más, ni había reyes
(me haré republicano, qué más da),
decidí mudarme de alma y ser un mal poeta
(qué poco me gusta esa palabra).

De alguna manera había que alimentar la confianza
y después de la mudanza me atiborré de versos
y de estrofas,
y me dijo un amigo que ése no era el camino,
que todo era más simple,
que los ritmos y la rima no servían.

Le amenacé con perder toda esperanza
y se marchó a Suecia dejándome una nota:

Hay que ser sensible
                                      e inventar cosas nuevas.




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